El corcho, algo más que un cierre

Sí, hoy hablamos de corchos.
Día tras día descorchamos las botellas sin reparar en cómo un elemento tan sencillo es imprescindible para la conservación de los vinos, cavas y champagnes.

El corcho se extrae de la corteza del alcornoque, un proceso de «saca» tras el cual se dejan secar las planchas de corteza durante medio año aproximadamente.
El siguiente paso para su elaboración es hervir las planchas de corteza, para que ganen flexibilidad y grosor, un proceso que puede realizarse varias veces. Finalmente, se cortan las piezas a la medida deseada, tras lo cual se vuelven a lavar y a secar.

Pero, ¿qué hace al corcho un material tan especial para la industria vitivinícola? Su porosidad y su impermeabilidad.

El corcho ya se había utilizado en el Antiguo Egipto, en Grecia y Roma, tal y como atestiguan los restos de ánforas encontrados en Pompeya; pero el gran impulsor de este material fue Dom Pierre Pérignon (el monje francés que pasó a la historia por su champagne entre los siglos XVII y XVIII)
Pérignon buscaba para su champagne un tapón alternativo a los de madera recubiertos por cáñamo embebido en aceite que se utilizaban entonces, ya que no conservaban bien el vino y, en el caso del champagne, podían saltar en cualquier momento.

Ligero, fácil de comprimir, impermeable, resistente a la humedad y a la descomposición; el corcho protege al vino y se adapta a los cambios de humedad y temperatura para sellar a la perfección la botella. Las células de suberina que componen un corcho (unos 800 millones por tapón) se mueven continuamente, como una esponja, para volver a su forma original, de manera que siempre se adaptan al cuello de la botella.
Así, el tapón de corcho permite la microoxigenación del vino (algo que facilita que evolucione de manera lenta y progresiva); y a la vez, protege el interior de la botella del exceso o defecto de humedad ambiental del exterior.

La difusión de los tapones de corcho durante el siglo XVIII, cuando la industria del vino experimentó un crecimiento sin precedentes; permitieron el desarrollo de vinos de largo envejecimiento en botella, como los crianza y reserva, algo que los sintéticos aún no han podido igualar, pues su porosidad no es la misma.

Existen, además, varios tipos de tapones de corcho: el natural (100% corteza de alcornoque), el aglomerado (hecho a partir de pequeños trozos, serrín de corcho y poliuretano), 1+1 (aglomerado, pero con dos discos de corcho natural en cada extremo), el colmatado (relleno con polvo de corcho y látex) y el espumoso (para los cavas y champagnes)

Solo los tapones sintéticos han sido capaces de imitar las propiedades del corcho natural, e incluso mejorarlas. Su principal ventaja es que evitan las infecciones por hongos que puede generar el corcho natural. Además, no necesitan la humedad del vino para no secarse, algo que sí le ocurre al natural.

Así que ya sabes, cuando descorches una botella, piensa en todo lo que ese trozo de corcho está haciendo por tu copa de vino. Y a disfrutar.

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