Aragón es tierra de vinos. La vid, dentro de la famosa trilogía mediterránea de cultivos (trigo, vid y olivo), ha sido y es una marca de identidad y esencia de nuestra comunidad desde que se tiene memoria.
Desde el siglo XII, la viña fue una importante fuente de ingresos para Aragón, y así se mantuvo hasta el siglo XIV, cuando una epidemia asoló la región y los campos pasaron a manos de la Iglesia y la nobleza, quienes los arrendaron a su vez a los agricultores.
Si bien el conflicto entre los vinos riojanos y aragoneses era constante, no así el traspaso e intercambio de variedades de uva: en el siglo XVI, los territorios de la actual Comunidad Autónoma de La Rioja incorporaron la Garnacha tinta, la blanca, la Mazuela y la Macabeo. Todas ellas de gran importancia para los vinos riojanos posteriores.
A finales del siglo XVIII, Aragón era un auténtico mar de viñas, con una producción tan grande que permitía abastecer todo Aragón, Castilla, las Vascongadas e incluso permitía su exportación. Se producía vino en las cercanías de Zaragoza (especialmente impulsado por la ampliación del Canal Imperial en 1784), las Cinco Villas, Monegros, Jacetania, Somontano, Bajo Aragón, Valle de Jiloca y Valderrobles.
Tal era la producción, que por iniciativa del a Real Sociedad Económica Aragonesa Amigos del País (estamos en plena época del pensamiento ilustrado), en 1779 se fundó la Escuela de Agricultura de Zaragoza, con el fin de estudiar la viticultura y enología aragonesas, redactar recomendaciones para la vendimia, elaboración del vino o la eliminación de plagas.
En el siglo XIX, dos acontecimientos marcaron la difusión del vino aragonés: el desastre de la filoxera francés y la plaga de oídium en La Rioja. La caída de las cosechas en Francia y La Rioja hizo necesario un empuje de la viña aragonesa, con una producción y exportación sin precedentes entre 1877 y 1893.
La misma plaga de filoxera que mermó los campos franceses llegó a Aragón. Para la recuperación de los viñedos fue necesario cambiar los métodos tradicionales de cultivo.
Los agricultores plantaron variedades americanas, resistentes a la filoxera. Su baja calidad, sin embargo, obligó a realizar injertos con variedades europeas.
Además de cambios y adelantos en el cultivo y el cuidado de las cepas, los labradores aragoneses vieron necesario asociarse y unirse para afrontar la compra de maquinaria, abonos, productos antiplagas; realizar cursos de enología…
Así, se fundó la Junta Comarcal de Viticultores, y el Ayuntamiento de Cariñena creó su propia Estación Enológica en 1931. Hasta su supresión en 1940, este organismo trabajó para conseguir un viñedo de calidad en la comarca.
En 1942, la Ley de Cooperación impulsó la creación de cooperativas, paso previo a la Denominaciones de Origen y Denominaciones de Origen Protegidas, que en el caso del vino aragonés, son cuatro:
D.O. Calatayud
La Denominación de Origen Calatayud está localizada en la parte más occidental de la provincia de Zaragoza, siendo distribuida en 46 municipios. Cuenta con una superficie de 3.200 hectáreas de viñedo y 16 bodegas elaboradoras del vino.
El clima continental extremo, sumado a las características de los suelos existentes en la zona geográfica otorgan unas señas de identidad a los vinos de Calatayud, resultando con una gran riqueza aromática, concentrados y con rasgos de mineralidad. La gran diferencia de temperatura entre la noche y el día durante la época de maduración generan los precursores de los aromas en la uva dando lugar a vinos complejos, bien estructurados y elegantes.
D.O. Campo de Borja
La Denominación de Origen Campo de Borja está situada al noroeste de la provincia de Zaragoza, siendo una zona de transición entre las montañas del Sistema Ibérico y el Valle del Ebro. Se extiende por 16 municipios donde se cultivan 7.000 hectáreas de viñedo y elaboran sus vinos 17 bodegas.
La influencia que tuvo el Monasterio de Veruela en el desarrollo de la vid fue muy importante conservando, desarrollando y potenciando la viticultura que llega hasta nuestros días.
La diversidad de microclimas y suelos enriquece los matices del patrimonio vitícola de las “garnachas” de Campo de Borja y permite denominarlo “El Imperio de la Garnacha”. Como consecuencia de la limitación de aporte de agua al suelo y de la dura climatología, la maduración fenólica es muy lenta, lo que potencia la presencia de aromas y tonalidades de intenso color en los vinos. Estos vinos están avalados por la DOP desde 1980.
D.O. Campo de Cariñena
El campo de Cariñena, ubicado en pleno valle del Ebro, abarca 14 poblaciones y tiene una extensión de 14.500 hectáreas de viñedo de la que obtienen su materia prima 35 bodegas.
Cariñena es la más antigua de las DOP existentes en Aragón, data de 1932. Los vinos amparados por Cariñena son los tintos, rosados y blancos. Dentro de los tipos de vinos mencionados podrán elaborarse los siguientes subtipos: semisecos, semidulces y dulces; de licor; naturalmente dulce; de aguja; espumosos de calidad y vendimia tardía.
Las características de los diferentes suelos de la zona geográfica, sumadas a las condiciones climáticas, con bajas precipitaciones, temperaturas extremas y presencia de cierzo, conforman un ecosistema selectivo, que con el paso de los siglos ha mantenido el cultivo del viñedo. Esta combinación favorece además la existencia de distintos microclimas, con lo que los vinos de la DOP Cariñena componen, al final, un amplio abanico de posibilidades.
D. O. Somontano
Resguardado por las primeras estribaciones de los Pirineos, el Somontano de Barbastro ha sido una zona tradicional de producción vinícola. En 1984 se creó esta Denominación de Origen, que se extiende por 43 municipios y más de 4.659 hectáreas cultivadas, con un total de 33 bodegas elaboradoras de vino Somontano.
La singularidad de los suelos más comunes en la zona, como son el tipo calcisol y gipsisol, aseguran la producción de vinos alcohólicos, con carácter frutal y elevada acidez que, conjuntamente con el importante contraste que existe entre las temperaturas diarias mínimas y máximas de los meses de agosto y septiembre en la zona, favorece el intenso aroma de los vinos del Somontano. Las variedades autóctonas de la zona (Moristel, Parraleta y Alcañón) complementan con sus particulares características el resto de variedades autorizadas.