Lo primero que llama la atención del vermouth es las múltiples formas de escribirlo.
La etimología nos dice que esta palabra viene del alemán «wemut», que significa ajenjo. Precisamente al ingrediente más tradicional y característico de esta mezcla.
La mezcla de vino con botánicos es muy antigua. La primera vez que aparece documentada es en el año 400 a.C., cuando Hipócrates nos habla del hipocrás, una bebida a base de vino mezclado con botánicos destinada a curar los dolores de estómago.
Ya en el siglo I, en De Re Coquinaria, Marco Gavio Apicio escribe una receta de vino mezclado con más botánicos, esta vez con fines puramente recreativos, que bautiza como Absinthiatum vinum.
La fama del vermouth
La fama y popularidad que hoy conocemos del vermouth comenzó a fraguarse en el siglo XVIII de la mano de Antonio Benedetto Carpano.
Carpano, trabajaba en como aprendiz en una tienda de vinos de Turin, diseñó una mezcla de vino blanco, 30 hierbas, azúcar y brandy.
Esta receta llegó al Duque Vittorio Amedeo III. Él, que era un fiel bebedor de rosolio, cambió esta bebida por el vermouth de Carpano, y los estableció como licor de cabecera en su corte.
Desde Italia, y a través de las diferentes cortes Europeas, la mezcla del vino con hierbas al estilo de Carpano se extendió y popularizó sin precedentes.
En España, la industria y el consumo del vermouth se hizo fuerte a partir de 1860, cuando los principales fabricantes de vermotuh se instalaron en Reus.
Algo que caracteriza al vermouth es que puede ser rojo o blanco. No se debe esto a que uno sea hecho a partir de vino tinto y otro a partir de vino blanco: todo vermotuh se elabora con vino blanco, su tonalidad depende de los botánicos que se usen en su mezcla.
Sin duda, el vermouth es una bebida tan icónica y famosa que incluso da nombre a una hora, a un momento concreto, difícil de definir, pero que todo el mundo entiende: la hora del vermú. No hace falta que os expliquemos qué hora es, ¿verdad?